Evo Morales: “Lamentamos mucho que inglaterra haya estado festejando viendo muertos”

El presidente de Bolivia de 2006 a 2019 invitó a Declassified a su casa, en lo profundo de la selva amazónica, para una entrevista exclusiva sobre el papel del Reino Unido en el golpe de Estado que lo derrocó, las medidas tomadas para revertir 500 años de historia, la industrialización de Bolivia durante su gestión y los esfuerzos de Estados Unidos y su aliado británico para deponerlo de la presidencia.

20 julio 2022

Cuando Evo Morales, el primer presidente indígena de Bolivia, fue derrocado en un golpe de Estado respaldado por los británicos, en noviembre de 2019, muchos creyeron que su vida corría peligro. La historia de América Latina está plagada de líderes de la liberación abatidos por potencias imperiales vengativas.

El legendario líder de la resistencia Túpac Katari, al igual que Morales, del pueblo indígena aymara, fue atado a cuatro caballos por los españoles antes de que estos huyeran y lo despedazaran en 1781.

Casi 238 años después, la autoproclamada “presidenta interina” de Bolivia, Jeanine Áñez, apareció en el Congreso días después del golpe de Estado contra Morales blandiendo una enorme biblia forrada de cuero. “La biblia ha vuelto al palacio de gobierno”, anunció.

Su nuevo régimen forzó inmediatamente la aprobación del Decreto 4078, que otorgaba inmunidad a los militares por cualquier acción realizada en “defensa de la sociedad y mantenimiento del orden público”. Era una luz verde. Al día siguiente, 10 manifestantes desarmados fueron masacrados por las fuerzas de seguridad.

Cuando el golpe de Estado parecía inevitable, Morales había pasado a la clandestinidad.

Su destino, junto al del vicepresidente Álvaro García Linera, era el Trópico de Cochabamba, una zona tropical en lo profundo de la selva amazónica en el centro de Bolivia, el corazón de su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), y su base indígena.

Antes de dimitir oficialmente, voló al remoto aeropuerto de Chimoré, donde los cocaleros locales habían cerrado las carreteras de acceso.

La hoja de coca es la base de la cocaína y el aeropuerto, antes de que Morales llegara al poder, había sido una base estratégica para la Agencia Antidroga estadounidense (DEA) en la región. Morales expulsó a la DEA de Bolivia en 2008 y convirtió la base en un aeropuerto civil. La producción de coca pronto se redujo.

Días después de que Morales y Linera llegaran al Trópico, el presidente izquierdista de México, Andrés Manuel López Obrador, envió un avión para rescatarlos y sacarlos de nuevo del aeropuerto de Chimoré.

Más tarde, Obrador declaró que las fuerzas armadas bolivianas atacaron el avión con un cohete RPG momentos después de que despegara. Al parecer, el régimen golpista apoyado por el Reino Unido quería que el presidente depuesto -que llevaba 13 años en el cargo- muriera. Morales atribuye a Obrador el haberle salvado la vida.

Familiares lloran junto a los ataúdes durante el funeral de las personas asesinadas por las fuerzas de seguridad del régimen golpista, el 20 de noviembre de 2019, en El Alto, Bolivia. (Foto: Gaston Brito Miserocchi/Getty Images)

Villa Tunari

Morales vuelve ahora al Trópico, pero en circunstancias muy diferentes.

Tras un año de “gobierno interino”, la democracia se restableció finalmente en octubre de 2020 y el MAS, el partido de Morales, volvió a ganar las elecciones. El nuevo presidente, Luis Arce, antiguo ministro de economía de Morales, asumió el poder y el líder aymara  hizo un regreso triunfal desde el exilio en Argentina.

Tras recorrer gran parte del país a pie, Morales se instaló de nuevo en el Trópico.

Recientemente se ha mudado a una casa en Villa Tunari, una pequeña ciudad situada a sólo 32 kilómetros del aeropuerto de Chimoré. Tiene una población de poco más de 3.000 habitantes.

Para llegar desde Cochabamba, la ciudad más cercana, es necesario viajar cuatro horas en uno de los minibuses que salen cada diez minutos. A la salida se pasa por Sacaba, la ciudad donde el régimen masacró a 10 manifestantes el día después de conceder impunidad a los militares.

A medida que la minivan se adentra en el Trópico, la importancia de Morales y su partido, el MAS, se hace cada vez más evidente.

Las casas de bloques ahuecados con techos de zinc corrugado, el hogar de los pobres del mundo, comienzan a tener murales con la cara de Morales en las laterales. Su nombre en mayúsculas –EVO– pronto estará en todas partes. También lo es la palabra “MAS”.

El propio Tunari es un pueblo indígena tradicional y un destino turístico, rodeado de parques nacionales. El sector turístico se ha recuperado desde el restablecimiento de la democracia. El Trópico, que constituyó la columna vertebral del apoyo a Morales y al MAS, fue objeto de represión durante la época del régimen golpista. Por un tiempo, el régimen de Áñez inhabilitó los cajeros automáticos de la región, en un esfuerzo por aislarla completamente.

Pero ahora Tunari vuelve a florecer. A lo largo de su franja principal hay filas de concurridos restaurantes de pollo frito y pescado. Los autobuses se avistan enfilados echando humo en la parada de transportes de la ciudad, mientras que los hoteles y albergues se abren paso por las carreteras laterales. Un río de color sepia corre por el lado de la ciudad. Parece el estereotipo de parada de mochilero latinoamericano.

La entrada al pueblo de Villa Tunari, en el centro de Bolivia, donde vive ahora Evo Morales. (Foto: Matt Kennard/DCUK)

Socio estratégico

Llegué a Tunari un sábado por la tarde, tras un largo vuelo a Cochabamba y cuatro horas de viaje en minibús.

La entrevista con Morales estaba prevista para un lunes, pero cuando llegué y me conecté al WiFi en mi teléfono, recibí un montón de mensajes de su asistente. Morales estaba a punto de terminar el día y quería hacer la entrevista más tarde, un par de horas después. También quería hacerlo en su casa. Morales es conocido por su ética de trabajo.

Poco después, mi colega que filmó la entrevista vino a buscarme. En medio de una tormenta tropical con gotas de agua que caen como ladrillos, tomamos un tuk-tuk hasta la ciudad y nos sentamos bajo una lona a tomar café, esperando la llamada de su asistente.

Finalmente llama, nos subimos a otro tuk-tuk y atravesamos las calles secundarias de la ciudad antes de toparnos con las paredes de una casa sencilla. Una mujer sale a recibirnos y nos hace pasar. Pasamos a la sala de estar, desprovista de sofás. Luego me entero de que es la primera entrevista que Morales concede a un periodista en su casa.

Logré la entrevista gracias a una investigación que escribí en marzo de 2021, en la que se reveló el apoyo del Reino Unido al golpe de Estado que depuso a Morales.

El Ministerio de Asuntos Exteriores británico publicó 30 páginas de documentos sobre los programas desarrollados por la Embajada en Bolivia, en los cuales se evidenciaron aparentes pagos a una empresa con sede en Oxford para optimizar la “explotación” de los depósitos de litio de Bolivia el mes después de que Morales huyera del país.

La investigación también mostró que la Embajada del Reino Unido en La Paz actuó como “socio estratégico” del régimen golpista y organizó un evento minero internacional en Bolivia cuatro meses después del derrocamiento de la democracia.

La historia se hizo viral en Bolivia. El ministro de Asuntos Exteriores, Rogelio Mayta, llamó al embajador del Reino Unido, Jeff Glekin, para explicarle el contenido del artículo y le pidió un informe sobre los resultados. La Embajada británica en La Paz, la capital boliviana, emitió un comunicado en el que afirmaba que Declassified estaba inmerso en una “campaña de desinformación”, pero no aportó pruebas.

Jeff Glekin, embajador del Reino Unido, con la “presidenta interina” de Bolivia, Jeanine Áñez, el 9 de enero de 2020. (Foto: Jeff Glekin/Twitter)

La industrialización de Bolivia

Los periodistas locales me dijeron que Morales menciona a menudo el artículo de investigación de Declassified en sus discursos, así que empiezo con eso.

“El año pasado, recién, por los medios de comunicación, nos informaron que también Inglaterra había participado en el golpe de Estado”, señala. “Esto -continúa- fue un golpe contra nuestro modelo económico, porque nuestro modelo económico ha dado resultados”.

Y añade: “Es un modelo económico que pertenece al pueblo, no al imperio. Un modelo económico que no viene del Fondo Monetario Internacional. Un modelo económico que viene de los movimientos sociales”.

Morales continúa: “Cuando llegamos al gobierno en 2006, Bolivia era el último país de Suramérica en indicadores económicos y de desarrollo, el penúltimo de toda América”.

Durante los siguientes 13 años de su gobierno, Bolivia vivió su periodo más estable desde que declaró su independencia en 1825 y alcanzó un éxito económico sin precedentes, elogiado incluso por el FMI y el Banco Mundial. Este logro se tradujo en mejoras sin precedentes para la población más desfavorecida de Bolivia.

“Es un modelo económico que pertenece al pueblo, no al imperio.”

“Durante los primeros seis años tuvimos los niveles de crecimiento económico más altos de toda Suramérica y eso fue gracias a esas políticas que vinieron de los movimientos sociales basadas en la nacionalización”, relata Morales.

Formó parte de la “marea rosa” de gobiernos de izquierda en América Latina en la década de 2000, pero su modelo fue más radical en lo económico que la mayoría.

En su centésimo día en el cargo, Morales procedió a nacionalizar las reservas de petróleo y gas de Bolivia, ordenando a los militares que ocuparan los yacimientos de gas del país y dando a los inversores extranjeros un plazo de seis meses para cumplir con las exigencias o marcharse.

Morales considera que fue este programa de nacionalización el que condujo al golpe de Estado contra él, respaldado por Occidente.

“Sigo convencido de que el imperio, el capitalismo, el imperialismo, no aceptan que haya otro modelo económico mejor que el neoliberalismo”, me dice. “Es el golpe a nuestro modelo económico… demostramos que otra Bolivia es posible”.

Valor agregado

Según Morales, la segunda fase de la revolución -después de la nacionalización- fue la industrialización. “Lo más importante era el litio”, añade.

Bolivia cuenta con las segundas reservas mundiales de litio, un metal que se utiliza para fabricar baterías y que es cada vez más codiciado debido a la floreciente industria del automóvil eléctrico.

Morales recuerda un viaje formativo a Corea del Sur que realizó en 2010.

“Al margen de acuerdos bilaterales, de inversión, de cooperación, nos llevan a visitar una de las industrias que producía baterías de litio”, cuenta Morales. “Corea del Sur nos pedía litio, pero como materia prima”.

Morales dijo que preguntó en la fábrica cuánto había costado construir la instalación. Le dijeron 300 millones de dólares.

“Nuestras reservas internacionales estaban creciendo”, añade. “En ese momento dije: ‘yo garantizo 300 millones de dólares’. Les dije a los coreanos: ‘vamos a replicar esta fábrica en Bolivia. Puedo garantizar su inversión’”. Los coreanos dijeron que no.

“Fue entonces cuando me di cuenta de que los países industrializados solo nos quieren a los latinoamericanos para que podamos garantizar materias primas. No nos quieren para que les demos el valor agregado”.

“Me di cuenta de que los países industrializados solo nos quieren a los latinoamericanos para que podamos garantizar materias primas.”

En ese momento, Morales resolvió iniciar la industrialización de Bolivia, revirtiendo medio milenio de historia colonial.

La tradicional dinámica imperial que había mantenido a Bolivia en la pobreza consistía en que los países ricos extraían las materias primas, las enviaban a Europa para convertirlas en productos, industrializando Europa al mismo tiempo, y luego las vendían de nuevo a Bolivia como productos acabados, con un margen de beneficio.

Con los yacimientos de litio del país, Morales se empeñó en acabar este sistema. Bolivia no se limitaría a extraer el litio. También construiría las baterías. Morales lo llama “valor agregado”.

“Empezamos con un laboratorio, obviamente con expertos internacionales que contratamos”, dice. “Luego pasamos a una planta piloto. Invertimos unos 20 millones de dólares y ahora está funcionando. Cada año produce unas 200 toneladas de carbonato de litio y también baterías de litio, en Potosí”.

Potosí es una ciudad del sur de Bolivia que se convirtió en el centro del imperio español en América Latina, después de que se descubrieran en la zona gigantescos yacimientos de plata en el siglo XVI. Conocida como “la primera ciudad del capitalismo”, se estima que ocho millones de indígenas murieron realizando trabajos de extracción de plata en la mina de Cerro Rico, en Potosí, recursos que eran enviados en su totalidad  a Europa.

Morales continúa: “Teníamos un plan de instalar 42 plantas de [litio] para 2029. Se estimaban ganancias de 5 mil millones de dólares. Utilidades”.

“Fue entonces cuando vino el golpe”, afirma. “Estados Unidos dice que no puede haber presencia de China, pero (…) tener un mercado en China es muy importante. También en Alemania. El próximo paso era con Rusia y ahí vino el golpe de Estado”.

Y continúa: “Recién el año pasado, en 2021, nos informaban que también Inglaterra había participado en el golpe de Estado. Todo por el litio”.

Sin embargo, Morales asegura que la larga lucha de su pueblo por el control de sus propias riquezas no es única.

“Es una lucha no solamente en Bolivia, o en América Latina, sino en todo el mundo”, dice Morales. “¿De quién son los recursos naturales? ¿Del pueblo bajo el control del Estado? ¿O están privatizados bajo el control de las transnacionales para que puedan saquear nuestros recursos naturales?”

Jeff Glekin (centro), embajador del Reino Unido en Bolivia, se reúne con funcionarios de la empresa estatal de litio del régimen golpista, marzo de 2020. (Foto: YLB)

¿Socios o jefes?

El programa de nacionalizaciones de Morales lo confrontó con las poderosas empresas transnacionales, acostumbradas a la tradicional dinámica imperial.

“Durante la campaña de 2005 dijimos que si las empresas querían estar aquí lo hicieran como socios, o para prestar sus servicios, pero no como patrones o dueños de nuestros recursos naturales”, afirma Morales. “Establecimos una posición política con respecto a las empresas transnacionales: hablamos, negociamos, pero no nos sometemos a las empresas transnacionales”.

Morales pone como ejemplo los contratos de hidrocarburos firmados por gobiernos anteriores.

“En los contratos anteriores -contratos hechos por neoliberales- textualmente decía:‘el titular adquiere los derechos de la propiedad en boca de pozo’. ¿Quién es el titular? ¿La transnacional petrolera?. Lo quieren desde la boca de pozo”.

Y añade: “Las empresas nos dicen que cuando está bajo tierra es de los bolivianos, pero cuando sale del suelo ya no es de los bolivianos. Desde el momento en que sale, las empresas transnacionales tienen un derecho adquirido sobre él. Por eso dijimos que, dentro o fuera, todo es de los bolivianos”.

Morales continúa: “Lo más importante ahora es que del 100% de los ingresos, el 82% es para los bolivianos y el 18% para las empresas. Antes era el 82% para las empresas, el 18% para los bolivianos, y el Estado no tenía ningún control sobre la producción: cuánto producían, cómo producían, nada.”

“Fue una dura batalla”, añade Morales, y algunas empresas se marcharon.

“Respetamos su decisión de irse”, dice Morales. “Pero dijimos que en lugar de ir al CIADI, cualquier reclamo legal se haría en Bolivia. Esa fue otra de las batallas que enfrentamos, para que los reclamos sean tratados a nivel nacional porque es un tema de soberanía y dignidad.”

“Lo más importante ahora es que del 100% de los ingresos, el 82% es para los bolivianos y el 18% para las empresas.”

CIADI es el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones. Rama poco conocida del Banco Mundial, es la principal instancia supranacional que permite a las empresas transnacionales demandar a los Estados por promulgar políticas que, según dicen, infringen sus “derechos como inversores”. En realidad, es un sistema que a menudo permite a las empresas anular o frenar la formulación de políticas estatales soberanas, o ganar enormes sumas en concepto de indemnización.

Este sistema de “arbitraje” ha hecho que una empresa británica lleve a Bolivia a los tribunales. En 2010, el presidente Morales nacionalizó el mayor proveedor de energía del país, la Empresa Eléctrica Guaracachi.

El inversor energético británico Rurelec, que tenía una participación indirecta del 50,001% en la empresa, llevó a Bolivia a otro tribunal inversor-Estado, esta vez en La Haya, exigiendo una indemnización de 100 millones de dólares.

Finalmente, se condenó a Bolivia a pagar a Rurelec 35 millones de dólares; tras nuevas negociaciones, ambas partes llegaron a un acuerdo de pago de poco más de 31 millones de dólares en mayo de 2014.

Rurelec celebró la recepción de este premio con una serie de comunicados de prensa en su sitio web. “Lo único que me entristece es que se haya tardado tanto en llegar a un acuerdo”, dijo el director general del fondo en un comunicado. “Todo lo que queríamos era una negociación amistosa y un apretón de manos del presidente Morales”.

Condiciones de colocación

Desde la creación de la Doctrina Monroe en 1823 -que reivindicaba el hemisferio occidental como esfera de influencia de Estados Unidos- Bolivia ha estado en gran medida bajo su control. Esto cambió por primera vez con la llegada del gobierno de Morales.

“Como Estado, queremos tener relaciones diplomáticas con todo el mundo, pero basadas en el respeto mutuo”, enfatiza Morales. “El problema que tenemos con Estados Unidos es que cualquier relación con ellos está siempre sujeta a condiciones”.

Morales continúa: “Es importante tener comercio y relaciones basadas en el beneficio mutuo, no en la competencia. Y hemos encontrado algunos países europeos que lo hacen. Pero sobre todo encontramos a China. Las relaciones diplomáticas con ellos no se basan en condiciones”.

Y añade: “Con Estados Unidos, por ejemplo, su plan económico, la Millennium Challenge Corporation, si querías acceder a esta tenías que, a cambio, privatizar tus recursos naturales”.

“China no nos pone ninguna condición, igual que Rusia y algunos países de Europa.”

El MCC fue un proyecto de la administración de George W. Bush que pretendía gestionar la ayuda más como un negocio. Liderada por un director general, se financia con dinero público, pero actúa de forma autónoma, y tiene un consejo de administración al estilo de las corporaciones que incluye a empresarios expertos en hacer dinero. Los “pactos” de ayuda que firma con los países vienen acompañados de “condicionalidades” políticas.

“China no nos pone ninguna condición, igual que Rusia y algunos países de Europa”, añade Morales. “Así que esa es la diferencia”.

Para ilustrar la forma como el gobierno estadounidense ha visto tradicionalmente a Bolivia, vale la pena rescatar una conversación privada de junio de 1971 entre el presidente Nixon y su asesor de seguridad nacional Henry Kissinger:

Kissinger: También tenemos un gran problema en Bolivia. Y-...

Nixon: Lo sé.  [El secretario del tesoro de Estados Unidos, John] Connally lo mencionó. ¿Qué quieres hacer al respecto?

Kissinger: Le he dicho a [Thomas] Karamessines [director adjunto de planificación de la CIA] que ponga en marcha una operación cuanto antes. Incluso el embajador allá, que ha sido un blandengue, dice ahora que debemos empezar a trabajar con los militares de allá o la cosa se va a ir al garete.

Nixon: Sí.

Kissinger: Eso es para el lunes.

Nixon: ¿Qué cree Karamessines que necesitamos? ¿Un golpe de estado?

Kissinger: Veremos lo que podemos hacer, si es posible, en qué contexto. Nos van a exprimir otros dos meses. Ya se deshicieron de los Cuerpos de Paz, que son un activo, pero ahora quieren salir de [la Agencia de Información de Estados Unidos] y de los militares. Y no sé si podemos pensar en un golpe de Estado, pero tenemos que averiguar cuál es la situación allá. Es decir, antes de que den un golpe, podríamos...

Nixon: Recuerda que les dimos a esos malditos bolivianos esa lata.

Kissinger: Bueno, siempre podemos revertir eso. Entonces...

Nixon: Reviértelo.

El “gran problema” de Bolivia al que se refería Kissinger era Juan José Torres, un líder socialista que había tomado el poder el año anterior y que intentaba independizar el país.

El golpe de Estados Unidos se produjo dos meses después de la conversación de Nixon y Kissinger y se instaló el militar general Hugo Banzer. Torres se exilió y cinco años después, en 1976, fue asesinado en Buenos Aires por la Operación Cóndor, una red terrorista de derecha respaldada por la CIA que operaba en toda América Latina en aquella época.

Antes de Morales, Torres fue el último líder de la izquierda en Bolivia.

Mineros bolivianos se reúnen para apoyar al ex presidente Juan José Torres, derrocado por un golpe militar respaldado por Estados Unidos y dirigido por el general Hugo Banzer Suárez, 31 de agosto de 1971, La Paz. (Foto: AFP vía Getty Images)

La fiesta

El Gobierno británico apoyó efusivamente el golpe de Estado de 2019 en Bolivia, dando una calurosa bienvenida al nuevo régimen y elogiando el potencial que se abría para que empresas británicas ganaran dinero con los recursos naturales del país, especialmente el litio.

El 14 de diciembre de 2019 -tres semanas después de que el régimen respaldado por el Reino Unido llevara a cabo otra masacre de manifestantes- el embajador británico, Jeff Glekin, incluso organizó una lujosa fiesta de disfraces de té inglés con temática de Downton Abbey en la embajada británica. Sirvieron la tradicional y esponjosa torta Victoria.

“Lamentamos mucho que Inglaterra haya estado festejando viendo muertos”, dice Morales. “Claro, esa es la historia desde la invasión europea de 1492”.

Y añade: “He respetado a algunos países europeos por su liberación de las monarquías, pero sigue ese pensamiento de oligarquía, de monarquía y de jerarquía, que no compartimos”. Morales dice que el nuevo milenio “es un milenio de los pueblos y no de monarquías, ni de jerarquías, ni de oligarquías. Es nuestro proceso. Es nuestra lucha profunda”.

Y añade sobre los británicos: “La superioridad es muy importante para dominar a la gente humilde, a la gente pobre. Ahí tienes nuestra diferencia. Es condenable, repudiable, que no tengan un principio de humanidad, de hermandad. Son, en cambio, esclavos de la política de cómo dominar”.

“Es imposible comprender cómo un país europeo en el siglo XXI tiene la mentalidad de que esto no fue un golpe, no tiene sentido.”

Sobre la relación con el Reino Unido, Morales dijo: “Hay profundas diferencias ideológicas, programáticas, culturales, de clase, pero sobre todo de principios y doctrina”.

Y añade: “Hay países en los que, con su política de Estado, tienen siempre la mentalidad de reprimir, aislar o condenar, repudiar a hermanas y hermanos que hablan de la verdad y defienden la vida y defienden la humanidad. No acepto esto”.

Mencioné que cuando me puse en contacto con el Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino Unido por mi investigación original me dijeron simplemente que “no hubo ningún golpe” en noviembre de 2019. ¿Qué piensa Morales de esto?

“Es imposible comprender cómo un país europeo… en el siglo XXI tiene la mentalidad de que esto no fue un golpe, no tiene sentido”.

Y añade: “Es una mentalidad totalmente colonial. Creen que algunos países son propiedad de otras naciones. Creen que Dios los puso allí, que el mundo pertenece a Estados Unidos y al Reino Unido. Por eso continuarán las rebeliones y los levantamientos”.

Morales creció viendo las consecuencias de que su país fuera propiedad de otros. Criado en la extrema pobreza, cuatro de sus seis hermanos murieron en la infancia. Se inició como “cocalero” y se politizó con la llamada “guerra contra las drogas” de Estados Unidos en Bolivia. Se convirtió en una figura nacional tras ser elegido líder del sindicato de cocaleros en 1996.

Jeff Glekin, embajador del Reino Unido en Bolivia, organiza una fiesta de disfraces de té inglés con temática de Downton Abbey en la embajada británica, el 14 de diciembre de 2019, tres semanas después de que las fuerzas del régimen abatieran a 10 manifestantes desarmados. Anonimización por desclasificación. (Foto: Jeff Glekin/Twitter)

Una intimidación

Cuando WikiLeaks comenzó a publicar cables diplomáticos estadounidenses en 2010, reveló también una amplia campaña de la embajada de Estados Unidos en La Paz para destituir al gobierno de Morales. Hace tiempo que existían sospechas, pero los cables mostraban claros vínculos de Estados Unidos con la oposición.

Le pregunté a Morales sobre Julian Assange, el fundador de WikiLeaks, que ahora está en su cuarto año dentro de la prisión de máxima seguridad de Belmarsh por exponer estas y otras operaciones imperiales de Estados Unidos.

“A veces el imperio habla de libertad de expresión, pero en el fondo son enemigos de la libertad de expresión”, dice Morales. “El imperio, cuando alguien dice la verdad… es cuando empiezan las represalias, como con Assange”.

Y añade: “Algunas personas… se levantan contra estas políticas porque creen que es importante defender la vida, la igualdad, la libertad, la dignidad. Luego llegan las represalias”.

“Saludo y admiro a quienes, movidos por principios de liberación del pueblo, dicen la verdad”, dice Morales. “Esta detención de nuestro amigo [Assange] es una escalada, una intimidación para que nunca salgan a la luz todos los crímenes contra la humanidad cometidos por los diferentes gobiernos de Estados Unidos. Tantas intervenciones, tantas invasiones, tantos saqueos”.

Morales añade: “En esta rebelión también hay ex agentes de la CIA, ex agentes de la DEA que dicen la verdad sobre Estados Unidos. Las represalias siempre llegan”.

“La realidad es que esto no va a terminar, va a continuar”, continúa Morales. “Así que a nuestro hermano [Assange] le envío nuestro respeto y nuestra admiración. Espero que haya más revelaciones para que el mundo se informe (…) de toda la criminalidad que hay en el mundo”.

“Esta detención de nuestro amigo Assange es una intimidación para que nunca se revelen todos los crímenes contra la humanidad cometidos por Estados Unidos.”

Morales cree que la información y la comunicación para la “gente que no tiene voz” es la cuestión más importante hoy en día. Actualmente trabaja en la construcción de medios de comunicación independientes en Bolivia.

“La gente sin muchos medios de comunicación se enfrenta a una dura lucha por comunicarse”, dice Morales. “Tenemos alguna experiencia, por ejemplo, en el Trópico. Tenemos una emisora de radio, no tenemos una audiencia nacional, pero es escuchada y seguida mucho por los medios de comunicación de la derecha.” Siguen principalmente para encontrar líneas de ataque sobre Morales.

“Qué bueno sería que el pueblo tuviera sus propios canales de comunicación”, continúa Morales. “Este es el reto que tiene el pueblo. Este medio de comunicación que tenemos, que pertenece al imperio o a la derecha en Bolivia, así es en toda América Latina. Defiende sus intereses… y nunca están con el pueblo”.

Y añade: “Cuando, por ejemplo, la derecha se equivoca, eso nunca se publicita, se tapa, se protegen entre ellos. Los medios de comunicación [corporativos] están ahí para defender a sus grandes industrias, sus tierras, sus bancos y quieren humillar al pueblo boliviano, a los pueblos humildes de todo el mundo.”

Tengo mucha esperanza”

América Latina ha sido durante mucho tiempo la cuna mundial del socialismo democrático. Le pregunté a Morales si tiene esperanza en el futuro. “En Suramérica no estamos en tiempos de Hugo Chávez, [Luiz Inácio] Lula [da Silva], [Néstor] Kirchner, [Rafael] Correa”, dice.

Juntos, estos líderes progresistas impulsaron la integración de América Latina y el Caribe, a través de organizaciones como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), en 2008, y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en 2011.

“Bajamos, pero ahora nos estamos recuperando”, añade Morales.

Los últimos acontecimientos apuntan a otro resurgimiento de la izquierda en el continente. Morales señala las recientes victorias en Perú, Chile y Colombia y el esperado regreso de Lula a la presidencia en Brasil en breve.

“Esos tiempos están volviendo”, dice. “Tenemos que volver a consolidar estas revoluciones democráticas por el bien de la humanidad. Tengo mucha esperanza”.

Y continúa: “En política debemos preguntarnos: ¿estamos con el pueblo o estamos con el imperio? Si estamos con el pueblo, hacemos un país; si estamos con el imperio, hacemos dinero.

“Si estamos con el pueblo, luchamos por la vida, por la humanidad; si estamos con el imperio, estamos con la política de la muerte, la cultura de la muerte, las intervenciones y el saqueo del pueblo. Eso es lo que nos preguntamos como humanos, como líderes: ‘¿Estamos al servicio de nuestro pueblo?”

“En política debemos preguntarnos: ¿estamos con el pueblo o estamos con el imperio?”

A continuación, Morales saca a relucir la invasión rusa de Ucrania. “Creo que es el momento ahora, viendo los problemas entre Rusia y Ucrania (…), de hacer una campaña internacional, global, primero para explicar que la OTAN es -en última instancia- Estados Unidos”.

Y añade: “Es mejor una campaña orientada a la eliminación de la OTAN. La OTAN no es una garantía para la humanidad ni para la vida. No acepto -de hecho, condeno- cómo pueden excluir a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Cuando Estados Unidos ha intervenido en Irak, en Libia, en tantos países en los últimos años, ¿por qué no se les ha expulsado del Consejo de Derechos Humanos? ¿Por qué no se ha cuestionado?”.

Y añade: “Tenemos profundas diferencias ideológicas con la política aplicada por Estados Unidos mediante la OTAN, que se basa en el intervencionismo y el militarismo”.

Y termina: “Entre Rusia y Ucrania quieren llegar a un acuerdo y [Estados Unidos] sigue provocando la guerra, la industria militar estadounidense, que puede vivir gracias a la guerra y provocan guerras para vender sus armas. Esa es la otra realidad en la que vivimos”.

«Evo Presidente»: una casa en El Trópico de Cochabamba. (Foto: Matt Kennard/DCUK)

La guerra del agua

Morales es el presidente más exitoso de la historia de Bolivia y uno de los más exitosos de la historia de América Latina. Su período como presidente es también posiblemente el experimento sostenido de socialismo democrático más exitoso de la historia de la humanidad. Esto es peligroso para las potencias imperiales, que llevan mucho tiempo advirtiendo sobre la amenaza de un buen ejemplo.

También puso fin a 500 años de dominación blanca en Bolivia, introduciendo al país en el mundo moderno por primera vez. La nueva Constitución de 2009 “refundó” Bolivia como Estado “plurinacional”, permitiendo el autogobierno de los pueblos indígenas de la nación. Creó un nuevo Congreso con escaños reservados para los grupos indígenas más pequeños de Bolivia y reconoció a la deidad andina de la tierra, la Pachamama, en lugar de la Iglesia católica romana.

“Los ‘indios’ -o los movimientos sociales-, ¿cómo es posible que puedan encabezar una revolución?”, pregunta Morales, haciéndose pasar por la tradicional élite blanca boliviana y sus mecenas imperiales. “Una revolución democrática, una revolución con el voto del pueblo, que elevó la conciencia de la gente e incluso llegó al gobierno”.

Y añade: “Todavía hoy hay gente que piensa ‘tenemos que dominar a los indios, mandar a los indios’. En el interior de Bolivia esa es la mentalidad: ‘son esclavos, son animales, tenemos que erradicarlos’. Es nuestra batalla para superar esa mentalidad”.

En el camino de vuelta a Cochabamba, una bulliciosa ciudad indígena que es la cuarta más grande de Bolivia, recuerdo que fue en esa zona donde comenzó esta lucha épica.

A principios de 2000, la “Guerra del Agua” de Cochabamba se desató tras la privatización de la empresa local de agua y la subida drástica de los precios por parte de la empresa estadounidense Bechtel, que incluso prohibió la recogida de agua de lluvia. Decenas de miles de manifestantes se enfrentaron a la policía en las calles de la ciudad durante meses.

“Llegar con el poder político nos permitió cerrar la base militar estadounidense, expulsamos a la CIA.”

Los cocaleros de Bolivia, liderados por un diputado poco conocido llamado Evo Morales, se unieron a los manifestantes y exigieron el fin del programa de erradicación de sus cultivos patrocinado por Estados Unidos.

Tras meses de protestas y activismo, en abril de 2000 el gobierno boliviano aceptó revertir la privatización. Había comenzado una revolución. El pueblo tomó el poder cinco años después, revirtiendo 500 años de dominio colonial en Bolivia.

Sin embargo, en 2022, el peligro continuó  acechando. Estados Unidos y Gran Bretaña siguieron trabajando para doblegar a Bolivia, junto a sus compradores locales. Sin embargo, en este país de mayoría indígena, parece que se han encontrado con la horma de su zapato.

Morales sostiene que la construcción del poder sindical fue la base de la revolución democrática, pero lo más importante fue llegar al gobierno.

“Llegar con poder político nos permitió cerrar la base militar estadounidense, expulsamos a la DEA, expulsamos a la CIA. Por cierto, el embajador de Estados Unidos que conspiraba, que financiaba el [intento de] golpe de 2008, también lo expulsamos”.

Hace una pausa. “No sólo hablamos de antiimperialismo, sino que ponemos en práctica el antiimperialismo”.